EL PARIOTISMO ES UNA INDIGESTION DEL ALMA QUE SE CURA VIAJANDO...Y LEYENDO QUE ES OTRA FORMA DE VIAJAR

...NO ECHES RAICES, NO TE ESTABLEZCAS, CAMBIA A MENUDO DE LUGAR, LLEVA UNA VIDA NÓMADA, RENUEVA CADA DÍA TUS EXPECTATIVAS. NO NECESITAS TENER A ALGUIEN CONTIGO PARA TRAER UNA NUEVA LUZ A TU VIDA. ESTÁ AHÍ FUERA, SENCILLAMENTE, ESPERANDO QUE LA AGARRES, Y TODO LO QUE TIENES QUE HACER ES EL GESTO DE ALCANZARLA. TU ÚNICO ENEMIGO ERES TÚ MISMO Y ESA TERQUEDAD QUE TE IMPIDE CAMBIAR LAS CIRCUNSTANCIAS EN QUE VIVES...

ALEX SUPERTRAMP

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martes, 5 de junio de 2007

LA EXPEDICIÓN MÁS DESASTROSA DE TODA LA HISTORIA PATAGÓNICA

A Francisco Toledo, virrey del Perú, se le aparecía el pirata inglés Francis Drake en pesadillas. 58 años después de que Magallanes descubriera el paso entre el Océano Atlántico y el Pacífico, que hoy lleva su nombre, ningún otro navegante se había atrevido a aventurarse en él hasta que los navíos del pirata ingles Francis Drake (más tarde nombrado sir por la reina de Inglaterra por sus servicios prestados a la corona) se aventuraron a cruzarlo por segunda vez en su ruta de saqueo por las colonias españolas. Drake era, a la vez, un puritano ortodoxo y un pirata sin escrúpulos, un héroe en su patria y el diablo encarnado para los españoles. El sibarita Drake sentía una atracción especial por el oro, la plata, las perlas y las joyas que se acumulaban en los puertos españoles de las costas americanas. Durante años hostigó a los españoles, saqueó sus guarniciones y abordó sus barcos. Los potentados ingleses financiaban estas piraterías y Drake les devolvía la inversión multiplicada. A menudo capturaba más riquezas de las que su barco podía transportar de vuelta a Inglaterra, de modo que enterraba los excedentes para recogerlos en otra ocasión: así nació el mito de los tesoros enterrados de los piratas. En 1578 Drake recogió una cosecha oceánica tan descomunal que sirvió para financiar un imperio. 5 navíos y 162 tripulantes zarparon de Plymouth, sur de Inglaterra (desde donde partiría 300 años más tarde el Beagle, capitaneado por Fitz Roy y donde iba el naturalista que revolucionaría la biología: Charles Darwin). Despues de cruzar el Atlántico invernaron en la Bahía San Julian y atravesaron el estrecho, donde Drake comenzó su campaña, que teminaría la consecución de la segunda vuelta al mundo obteniendo unos beneficios calculados en más del 4700 % que permitieron la creación de la compañía de las India Orientales inglesa.
Mapamundi de Battista Agnese realizado en 1543

con la trayectoria de la expedición de Magallenes

Para impedir otros saqueos Toledo decidió establecer un sistema defensivo que empezaría por el férreo control del Estrecho de Magallanes. Férreo en sentido literal, porque se barajó la posibilidad de cerrarlo con un enorme cadena de hierro. En esa época aún se pensaba que el Estrecho de Magallanes era el único paso entre el Atlántico y el Pacífico; faltaban cuarenta años para que los holandeses Schouten y Le Maire doblaran el Cabo de Hornos, y descubrieran que Tierra del Fuego es un archipiélago y que desde allí hasta la Antártida se abre un gran paso oceánico, mal llamado en la actualidad Estrecho de Drake, pues Drake no paso de un océano a otro por aquí sino que lo hizo por el Estrecho de Magallanes para completar posteriormente la segunda vuelta al mundo tras la de Magallanes y El Cano. Al final el virrey de Perú planeó una expedición para fundar dos ciudades en el estrecho de Magallanes y poblarlas con colonos españoles, y nombró capitán general a Pedro Sarmiento de Gamboa. Era el comienzo de la expedición más desastrosa de toda la histora patagónica.
En octubre de 1579 Sarmiento de Gamboa, navegante, cosmógrafo, matemático, soldado, historiador y estudioso de las lenguas clásicas, y que participó en la expedición de Alvaro de Mendaña que descubrió las Islas Salomón, zarpó del puerto peruano de El Callao con dos naves y 112 tripulantes que debían levantar las primeras fortificaciones en el estrecho. Pero para empezar con los despropósitos, la expedición debía primero zarpar hasta España y pedir la aprobación del rey Felipe II: una travesía extenuante de 10 meses que acabó ya con la vida de unos cuantos marineros. El rey aceptó el plan y otorgó a Sarmiento 23 barcos y 3000 hombres entre marineros, soldados y colonos; también viajarían 23 niños y 30 mujeres. Se trataba de la expedición más numerosa enviada jamás al sur de la patagonia, y toda la historia adquirió proporciones colosales. Por ejemplo, el retraso: cuando las naves salieron de España en septiembre de 1581 ya habían transcurrido casi dos años desde que Sarmiento zarpó desde El Callao.
Sarmiento, nervioso por la demora ordenó comenzar el viaje cuanto antes sin hacer caso de las previsiones que anunciaban temporales. A los pocos días las tormentas hundieron 4 barcos y ahogaron a 800 personas. Todos los barcos tuvieron que regresar a Cádiz para recomponer el desaguisado. Tardaron un mes en reparar la avería y reanudaron el viaje ya solo con 16 naves. Durante la travesía del Atlántico la peste acabó con 50 personas, y otras 200 murieron por la enfermedad mientras los barcos se hallaban anclados frente a Río de Janeiro. Desde allí hasta Buenos Aires arrojaron 300 cadáveres más por la borda y una nave se fue a pique. El pirata inglés Edward Fenton les hundió otra. Con la moral por los suelos, la disciplina se relajo, los oficiales se dedicaron a malvender las provisiones del barco en los puertos para comprar mercancías de contrabando y Sarmiento comenzó a repartir castigos. Los capitanes de los barcos confabulaban contra él y pronto 6 naves desertaron de vuelta a España: ya solo le quedaban 8 navíos. Por fin llegaron a la entrada del estrecho pero los vientos y las corrientes les impidieron la entrada durante varias semanas, y en ese tiempo 7 barcos más abandonaron a Sarmiento, que se quedó solo con su barco, el Santa María de Castro. Como tampoco podía entrar al estrecho, fondeó junto al Cabo Vírgenes para que descendieran los 338 tripulantes que aún permanecían a su lado, entre ellos 13 mujeres y 10 niños, todos harapientos, sin abrigo y sin zapatos, enfermos, atacados por el frío y el hambre. Allí donde pisaron tierra firme fundaron un villorrio llamado Nombre de Jesús: por fin, Sarmiento de Gamboa empezaba su misión en el mismo lugar por el que ya había pasado 3 años antes, y después de haber perdido por el camino un escuadra de barcos y cientos de vidas.
Las condiciones en tierra resultaron todavía peores que las del barco. Los colonos levantaron unas viviendas precarias, pero alrededor se extendía un yermo hostil, azotado por los vientos y la nieve. No consiguieron cultivar nada. Al ver que la gran empresa de su vida estaba resultando un fracaso gigantesco Sarmiento de Gamboa se aferró aún más a sus propósitos, con una determinación fanática que le valió el sobrenombre de "el desesperado" o "el enemigo de la vida". Despreció el sentido común y ordenó dividir la expedición en dos grupos, obstinado por seguir las órdenes reales de fundar dos poblaciones, no una ni tres. La mitad de los colonos se quedó en el poblacho infernal de Nombre de Jesús y la otra mitad se desplazó a otro punto del estrecho, distante uno 300 km. 50 personas viajaron en el barco y otras 100 emprendieron una caminata de 15 días en la que fueron atacados constantemente por los indios Tehuelches. En el nuevo punto designado por Sarmiento levantaron nuevas viviendas y un cerco endeble, y fundaron el pueblo de Rey Felipe. Allí sufrieron la misma miseria que en Nombre de Jesús y además una nevada intensa les impidió salir del poblado durante muchos días. Angustiados por el hambre, varios colonos conspiraron para secuestrar el barco y volver a España pero Sarmiento los descubrió y mando ahorcarlos. No parece que está medida fuera muy acertada para levantar la moral del grupo. El empecinado capitán optó por navegar de vuelta a Nombre de Jesús en busca de los habitante de Rey Felipe pero en el Cabo Vírgenes una tempestad arrastró su navío tan al norte que prefirió seguir hasta Río de Janiero en busca de ayuda.
Así empezaron los estrepitosos intentos de Sarmiento por socorrer a su colonos. Primero envió un barco con provisiones que no tardó en hundirse. Después zarpó el mismo con otro navío y también naufragó, aunque pudo ganar la costa brasileña aferrado a un madero. Volvió a puerto, fletó un tercer barco y navegó durante dos meses hacia el sur. Cuando se acercaba al estrecho, otra tormenta lo arrastró de nuevo al norte y volvió a desembarcar en Río de Janeiro. Ya era 1586. Sarmiento llevaba 7 años intentando llegar al estrecho y levantar un pueblo decente, cuando por fin se rindió.
No acabaron ahí sus desgracias. El barco que lo llevaba de vuelta a España fue abordado por la flota del navegante inglés Walter Raleigh, quien apresó a Sarmiento y le llevó ante la Reina Isabel. La reina no supo muy bien que hacer con aquel hombre envejecido y medio loco, de modo que lo soltó para que regresara a su patria. El destino aún reservaba a Sarmiento otra modalidad de la desgracia: cuando viajaba por Francia el vizconde de Bearn lo encerró en una mazmorra y pidió rescate al gobierno español, que se olvidó del asunto durante 4 años. Cuando lo liberaron y regresó por fin a España, Sarmiento estaba como una regadera. Escribió una carta a Felipie II en la que le pedía ayuda para los colonos de el Estrecho de Magallanes y se sentó a esperar la respuesta.

¿Y que fue de los colonos?. En 1587 el pirata inglés Thomas Cavendish, que completaría la tercera vuelta al mundo durante la cual también descubriría las islas Malvinas el 14 de agosto de 1592 , entró en el estrecho y descubrió unos chamizos medio derruidos en la costa. Vio con espanto, que de los chamizos salía un grupo de seres fantasmales que aullaban desesperados: eran las 3 mujeres y los 15 hombres que seguían vivos en Nombre de Jesús, dos años después de que Sarmiento los dejara allí. Como los piratas son gente honrada, Cavendish envió un chalupa y trajo a bordo a tres de los españoles: Tomé Hernández, Juan Fernández y Juan Manuel Chiquillo. Después de parlamentar con Cavendish, Frenández y Chiquillo desembarcaron de nuevo para reunir a los demás supervivientes. Una vez en la aldea estos dos hombres vieron con terror como el barco se hacía a la mar sin esperarles: Se habían levantado vientos favorables, y, como los piratas son gente práctica, Cavendish decidió aprovecharlos para la difícil travesía del estrecho. Nunca más se supo de los habitantes de nombre de Jesús. Unos días de después el barco de Cavendish recaló en Rey Felipe, la segunda población. El cronista Francis Pretty describió así el cuadro: "Los españoles habían colgado a algunos de sus compañeros y los demás habían muerto como perros en sus casas, vestidos, y así los encontramos. En el pueblo flotaba el hedor de la gente muerta". Cavendish rebautizó el lugar como Port Famine (Puerto Hambre), se llevó las armas que encontró y después prendió fuego a las casas. Los planes colonizadores de Felipe II se redujeron a esas cenizas. Pero aún quedaba redondear la desgracia del último superviviente español: Cavendish abandonó a Tomé Hernández en tierra.
El final de Tomé, último eslabón de los empeños de Sarmiento de Gamboa resume la historia de aquella expedición tan monumental y tan desdichada: Estaba escrito que ninguno de los colonos sobreviviría, pero el destino quiso jugar con ellos y hacerles los regates más crueles hasta el final. Tomé podría haber muerto sin más en la soledad helada del estrecho, pero aún resistió tres años de sufrimientos agudos, locuras, hambre y desesperación. El uno de enero de 1590 le llegó su aparente salvación: un barco inglés en realidad escondía otra burla macabra del destino. Más le hubiera valido seguir en tierra. Pero Tomé subió a bordo y creyó, feliz, que le tocaba el papel de superviviente que regresaba a casa para relatar la tragedia. El buque perdió 15 tripulantes en un tormenta, otros 7 durante un ataque de nativos en la costa, 30 más en otra tempestad, y una sublevación final acabó con todos menos 6. Tomé por supuesto resistía entre esos 6. Parecía predestinado a sobrevivir. Pero cuando por fin avistaban las costas europeas, después de 9 años de desgracias encadenadas, Tomé enfermo de escorbuto y murió.
Para que luego os quejéis cuando llega tarde el tren o el autobús...

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